Empiezo a ver demasiada desesperanza a mi alrededor y no me gusta. No son tiempos fáciles
Exclusiva mundial la que publica nuestra revista: Urdangarin cogido de la mano de una chica de la que hemos conocido su biografía en menos de cinco horas.
Qué vértigo, por favor. Tras la publicación del reportaje, aparecen
diversas teorías de por qué justo en estos momentos salen estas
fotografías. Se habla de estrategia por parte de Iñaki para conseguir el
divorcio, de la posible participación de la Zarzuela para
desacreditarlo eternamente. Quizás nunca sepamos la verdad o la verdad
sea tan sencilla que nos haga poca gracia y necesitemos historias más
elaboradas, que nos hagan soñar. Soy de los que creen que
difícilmente se consigue romper una pareja de un modo acertado. Y,
lamentablemente, de los que creen también que cada día es más difícil
enamorarse. No solo lo pienso yo, mucha gente a mi alrededor
está empezando a tirar la toalla. Lo que no acabo de entender es por qué
habiendo tanta gente con ganas de compartir su vida con otra persona no
se formalizan relaciones. A lo mejor esa es la clave: ya no queremos ni
tenemos ganas de formalizar absolutamente nada. Todo sucede tan rápido
en nuestras vidas que nos hemos acostumbrado a pasar de personas con la
misma facilidad que engullimos ‘stories’ en Instagram. Queremos los
fogonazos del flash, pero nos cuesta pararnos para intentar descubrir
qué hay detrás del brillo inicial. El mundo de las relaciones se ha
convertido en una carrera sin fin en la que lo que cuenta es acumular
historias. Enlazar una con otra, ilusionarse con varias a la vez para
que el posible desencanto sea menor si falla alguna. Si existe un común
denominador entre toda la gente que me rodea es que no quiere sufrir. Lo
entiendo, pero nos estamos protegiendo tanto que estamos impidiendo que
nuestros sentimientos florezcan con naturalidad. Tenemos en nuestra
cabeza una lista tan preparada de lo que deseamos que no dejamos que
nada nos sorprenda. Se hace complicado vivir así. Deberíamos
empezar a bajar la guardia. Empiezo a ver demasiada desesperanza a mi
alrededor y no me gusta. No son tiempos fáciles. La vida nos
está enseñando que no somos dueños de nuestro futuro. Nos cuesta hacer
planes no ya a largo plazo, sino a muy corto: tests continuos,
posibilidad de confinamientos... Es imposible vivir sin ilusiones, pero
es que la realidad actual tampoco no lo está poniendo fácil. Yo que sé,
quizás sea el momento de dejar de pensar tanto en nosotros mismos y
pasar a pensar en cómo podemos echar una mano a los demás para que todo
esto sea más confortable. Escuchar. Prestar atención. Abandonarnos y
recrearnos en el otro. Ayudarnos. Sí. Hoy domingo me he despertado con
la esperanza en modo alerta. Debe ser de las pocas cosas que nos queda
para agarrarnos y seguir.
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